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Dicen que una de las mejores cosas que tiene viajar es que tu universo se expande. Conoces lugares, gente y culturas diferentes a la tuya que te demuestran una y otra vez que hay otros modos en los que vivir este juego de la vida. Los puedes apreciar más o menos, te puedes sentir mas identificado con unos que con otros pero es indudable que tu abanico de opciones se expande.

Personalmente lo que más me gusta hacer cuando viajo es conocer a las personas con las que comparto ese momento. Conocer su historia, llegar a entender su modo de vivir, sus inquietudes y fascinarme con que por muy diferentes que seamos o demostremos ser, hemos acabado compartiendo el mismo tiempo, en el mismo lugar y estamos lidiando con la misma situación.

Es impresionante como te pueden llegar a influenciar algunas personas, dejando esa semillita en tu mente que inconscientemente riegas cada día cuando te acuerdas de ellas. Puede que sólo hayas compartido un paseo en un barco, una noche de copas o te hayas pasado la vida creciendo junto a ellas pero han conseguido que des vueltas a una idea, una manera de actuar o incluso una actitud ante la vida.

A mi me pasó mientras viajaba por Costa Rica. Después de pasarme dos años viviendo en Toronto decidí darle un cambio radical a mi vida y bajarme al paraíso a aprender a surfear y conocer nuevos territorios (mas cálidos a ser posible!).

Despertarse y surfear… pura vida!- Playa Hermosa, CR.

De camino a Nicaragua, decidí pasar un par de noches en Monteverde para echar un ojo a sus famosos bosques nubosos y su impresionante complejo de tirolinas (fue una pasada bajar por una línea de 1500 m. en la posición de supermán!).
Fue allí donde conocí a este par de chicas de Barcelona. Enseguida me contagiaron su energía positiva  y decidimos salir a bailar al único sitio que había abierto (!menudo espectáculo, por cierto!). Entre bromas, risas, chin-chines e intentos de baile, una de ellas, Laura, me contó que había hecho un viaje impresionante, muy cerquita de nuestra querida península, alejada del bullicio de la sociedad y que requería una dosis importante de supervivencia… -parecía que me lo estaba vendiendo- había dado la vuelta a Menorca en Kayak.

Enseguida me enamoré de la idea. Era algo que podría hacer cuando volviera a casa después de tanto tiempo, que supondría un reto tanto físico como técnico y sería algo en lo que pensar durante mi periodo de adaptación ¨back to Spain¨. Además era el tipo de experiencia que me apetecía compartir con mi hermano, ya que en estos viajes se dan situaciones en las que hay que tomar decisiones continuamente estando fuera de nuestra zona de confort, lo que sin duda, une.

“Saúl te vendrías a Menorca a darle la vuelta en kayak? Sí! espera…, qué? Si tío, a darle la vuelta en Kayak. Ostia…Vale!”

-compañero de fatigas nº 1 conseguido.

Menorca…There we go!!

 

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