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Nos fuimos con distintas ambiciones. Correr los 42k. Probarnos en 10k llanos. Bajar de 3:30. Mejorar mi MP. Acabar disfrutándola. Conseguir acabar…

Y ayer conseguimos volver con 6 medallas que sabían a apreciación por la dedicación  hasta llegar hasta ahí.

6 atletas diferentes. 6 cabezas diferentes. 6 preparaciones distintas. Pero el hecho de venir a sufrir en el mismo evento ya establecía un vínculo que todo deportista entiende.

La Maratón de Valencia es un espectáculo. Una fiesta deportiva de dimensiones enormes que te ayuda a entender que el deporte se define de tantas maneras como deportistas hay, pero que todos tenemos esas ganas locas de mover el esqueleto y sentir lo que el cuerpo nos dicta cuando le liberas y le dejas jugar sin restricciones.

Una vez pasadas 24 horas de la prueba tengo sentimientos encontrados hacia la Maratón. Por lo que me ha hecho sufrir hasta llegar a ella. Por lo que me ha hecho sentir cuando llorando de pura emoción cruzaba los últimos metros hasta atravesar la meta.

Si por un lado es una pasada entrenarla, competir y saber que eres capaz de recorrer 42 km, por otro hay que aceptar que tiene un coste para la salud notorio si no estás perfectamente preparado. Sólo hay que ver cómo corredores de todo tipo iban cayendo como moscas en los últimos 10 km. Y cómo estamos de resentidos muscular y -lo que más asusta-  articularmente tras haberla corrido.

Cuando decidimos entrenarla con tan poco tiempo sabíamos que era un objetivo ambicioso, y aun así aceptamos los riesgos. Pero a toro pasado y con la medalla colgando de la pared, y contradiciendo el famoso “menos cabeza y más corazón” del gran Valentí San Juan, hay veces que hay que animar a hacer lo contrario. Sí, estamos aquí para vivir intensamente, pero hay ciertas cosas que hay que prepararlas bien. Y la maratón es una de ellas.

De los que allí corríamos el 80% no estaba en condiciones de correr una Maratón. Técnica deficiente. Sin pulmones. Sin tener los tejidos preparados para esa infinidad de impactos. Pasados de peso. Sin experiencia.

Y es que la ilusión es una amiga tan poderosa como peligrosa. Como lo es el ego, la motivación… Es lo que me ha hecho terminar una maratón con meniscos tocados, lo que ha hecho llegar a muchos a meta por el tan solo hecho de que es lo que se habían propuesto, aunque no fuera la solución más inteligente por el precio a pagar después.

Sigo sin saber dónde está el límite. Cuál es ese punto en el que te lanzas a intentarlo o sabes perfectamente que es una estupidez. Ojalá las cosas se presentaran tan claras, sin que esa infinidad de sentimientos enturbie tu decisión. Es una decisión tan personal… cada uno tiene sus razones y los únicos que pueden juzgarlas son ellos mismos.

Con los 42 k en mis espaldas siento que una cosa si he ganado: Experiencia y la posibilidad de analizar el proceso desde la inscripción hasta la llegada a meta. Y aunque haya pruebas muchísimo más duras y que haya muchísima gente que sea capaz de correr- y muy rápido- esos 42.195 metros,

He aprendido que no se puede perder el respeto por tu Maratón.

Muchas gracias a Saúl por tirar siempre del carro, a Chacón por llegar de la mano, a Anita por volar en sus 10k y hacerme volar cuando la veía, a David por querer cuidarme como lo haría mi padre y a Kike por sus consejos y ánimos. Y enhorabuena a cada uno de vosotros por vuestra carrera/lucha personal.

Nos vemos corriendo amigos. Que nuestras experiencias solo sirvan para hacernos mejorar.

#MejoresQueAyer

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